Estoy
acordándome hoy de aquellos días cuando se empezaba a preparar el pavo que nos íbamos
a comer en Navidad, --que es cuando se usa comer pavo en mi tierra--.
En mi
casa, el animalito había venido viajando desde los Montes de María, donde vivía
Silvia, la hermana mayor de mi mamá, en una finca que quedaba bastante lejos de
la carreta Troncal de Occidente. Venía en bus haciendo cada tanto UUUUjjrrjJJJ,
y después se dormía de tanto meneo.
Luego en
la casa, lo echaban al patio varios días, para que repusiera las carnes
comiendo gusanitos y bichitos varios y el día anterior empezaban a
emborracharlo con vino de mesa, dizque para conseguir un mejor sabor. Ay, Dios
mío, pobre animalito!
Por suerte
la borrachera le servía para no darse cuenta que iban a “darle materire”, --darle
vuelta el pescuezo--.
Luego, lo
rellenaban con un picadillo, que recuerdo que era más rico que el mismo pavo y
lo disfrutábamos en la nochebuena, --la víspera de Navidad--.
A los
hombres de mi tierra tampoco les gustaba “comer pavo”. Que era quedarse sin
bailar en un baile.
Que
recuerdos!!
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