viernes, 19 de febrero de 2010

Para mi hija NATALIA en su cumpleaños 27!!


En un día como hoy (23 de Febrero) en Santa Fe de la Veracruz, Dios y la vida me otorgaron un regalo nunca antes recibido. Una bella niña dio luz a mi vida: TU.
Ahora me preguntaba porque cuando las mujeres parimos, se dice dar a luz. Porque los hijos son una fuente de luz constante para las madres.
Fuiste concebida nueve meses antes en el seno del amor y desde el primer resuello que percibí de tu manifestación en mis entrañas, mi corazón se llenó de sobresaltos y el estómago de mariposas que revoloteaban alegres sin parar. Esos estímulos avasallaron mi alma, cuando descubría ese ser biológico moviéndose dentro de mí.
Como primeriza me preparé durante los últimos meses en que fuiste huésped honoraria de mi vientre. Me fui entrenando con ejercicios profilácticos y también la partera nos fue facilitando el adiestramiento de parejas, para que cuando llegase el momento crucial, pudiéramos proceder con tranquilidad.
Recomendó mucho el no hacer alharacas y solo dirigirse a la clínica, cuando las contracciones se hubieran acercado a los 5 minutos. En esto fue muy precisa, porque algunas madres corren a la primera contracción, con lo cual las clínicas a veces se ven congestionadas innecesariamente. Con los ejercicios de respiración podíamos ir controlando los apuros y proceder con serenidad, lo cual era bueno para todos.
El día antes, durante el asado en casa de Juanchi Bazzi, —quien se había lucido con unos deliciosos surubíes a la parrilla—. Hubo un momento en que fui al baño, con una rara sensación en mi centro de gravedad y pronto descubrí que eras tú quien tocabas la puerta amablemente, pretendiendo salir de tu encierro prolongado. Reconocí las señales, en medio de mis temores de primeriza, pero callé y empecé a controlar mi respiración —como me habían enseñado— y no compartí con nadie ese momento íntimo…solo contigo…
Aún no habían servido la comida y medí las consecuencias de mi aviso anticipado. Si les revelaba a mis amigos sobre mi estado, todos esos chicos que eran solteros o recién casados empezarían a inquietarse ya que nadie tenía experiencias similares y no pretendía que el asado tan rico fuera a ser suspendido.
Seguí allí hasta que todos terminaron de comer, tratando de prolongar ese lapso de locura que ocurrió después —tal como lo había supuesto— cuando al finalizar la sobremesa, les comuniqué a todos los presentes de manera muy calmada:
— Creo que llegó el momento— No tuve que explicar el momento de que…
Como presumí, el alboroto fue total. Todos querían estar presentes en la clínica y entonces aproveché para decirles:
—Entiendo sus deseos de acompañarme en este evento maravilloso, pero les voy a pedir que nos dejen solos a Petete y a mi, que somos los directamente involucrados en el alumbramiento—.
Aceptaron y entendieron mi pedido de mala gana, pues era para ellos también un verdadero suceso. Éramos los primeros miembros del grupo de jóvenes que íbamos a ser padres y pretendían festejar anticipadamente el evento. Nos habían estado haciendo el seguimiento de la gestación, durante los últimos meses y escoltándonos hasta la heladería cuando diariamente iba a satisfacer mis antojos de preñada, los cuales habían contagiado a todo el grupo.
Esta demanda la hice extensiva a la familia de Petete, cuando fuimos hasta la casa a buscar tu ajuar que ya tenía preparado cuidadosamente. A ellos, tampoco les agradó la idea, pero a regañadientes aceptaron nuestra solicitud de visitarnos solamente después del parto.
La verdad es que no tengo mucha tolerancia para el dolor. Mis umbrales son extremadamente sensibles y reconozco que es lo único que hace sentir realmente mal. Con lo cual, no deseo compartir con las personas que usualmente me ven con rostro alegre, esa cara descompuesta —que trasluce todo— así que elijo aislarme en esos trances dolorosos.
Ya sabíamos que eras nena y que te llamarías Natalia. Aunque has debido llamarte Malvina, pues naciste en medio de la guerra de las Malvinas que nos obligó a emigrar para Colombia, cuando solo tenías tres meses de nacida.
Pero la verdad, muñeca linda, no me diste mucho dolor, ni tanto que hacer. Llegamos al hospital Español, —entre una cosa y la otra, ya que me preparé muy bien para mi fiesta personal— a las 11 de la noche y la 1 am., rebasaste este mundo, muy decidida y triunfante, —así como siempre has sido en tus años de vida—.
En la primera pujada de madre aprendiz, surgiste ganadora, con una V victoriosa en tu frente —que aún conservas—. No me diste afanes en el parto ni en el resto de tu existencia, porque trajiste un motorcillo incorporado, que has tenido encendido desde entonces. Esa emoción sin límites en ese momento trascendental, es el mejor regalo para una mamá. No existe otro igual.
Recuerdo la primera vez que posé mis ojos sobre ti —porque hasta entonces solo te había sentido internamente y luego como una amalgama al salir de mi útero— ya extrañaba tu presencia en mi vientre liviano. Estuve desesperada por acapararte en mis brazos ver tu rostro de infante y las enfermeras me pedían paciencia, mientras te preparaban para ese primer y ceremonial encuentro con tus padres.
En una de esas, la partera fue acercándose con el paquetico rosa en su regazo y lo primero que vislumbré, fueron unos magníficos y rojos labios adosados a una hermosa criatura. Jamás he contemplado en mi vida una belleza igual. Un recién nacido bonito?...nunca lo había visto!!!...no podía creer posible que tanta preciosidad hubiera brotado de mi!!...
— ¿Es la mía?... —preguntaba incrédula…
Empezamos Petete y yo a recorrerte toda, a medirte, a olerte y a tocar tu piel de seda…que naricita! tan linda!...aún la conservas!!... las mejillas sonrosadas y tus ojitos rasgados mirando curiosa el entorno, que han sido muy particulares en los rasgos híbridos de tu perfil.
—Es igual a ti — le dije a Petete.
—Pero también se parece a ti, —me decía él—....
Y es cierto tienes mucho parecido con tu papá y pude comprobarlo ahora cuando estuve casi 8 años sin verte y te divisé de nuevo ahí en el aeropuerto, cuando renové esa emoción en el momento en que te distinguí en medio de la gente que esperaba familiares en el aeropuerto de Miami. Pero también tienes mucho parecido a mi, pero bastante superada.
Ay, hijita, yo sé que tu lo sabes, pero quiero repetirlo siempre, porque sé que hay momentos en los cuales me necesitas a tu lado. Sigo evocando esos momentos y continúas perpetuándote en mi memoria como una bebita renaciendo cada día en mi seno. Tu y David son mi razón de vivir!! Y el regalo mas lindo que me ha proporcionado la vida!!...
Mientras viva y aún traspasando las fronteras de la existencia, cuenta conmigo, con mi apoyo incondicional, con palabras o silencios, pero siempre estás ocupando mi corazón y mis pensamientos.
Hoy en tu cumpleaños, se me ocurrió escribirte este homenaje, porque mis bendiciones y mi amor de madre y amiga solidaria, pueden alcanzarte a través de los confines del Universo y de los tiempos…
Que tengas un feliz cumpleaños!!...

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